La vida en pareja no siempre es fácil. Ni siquiera cuando las dos personas son totalmente compatibles y afines. El trabajo, la rutina y los problemas cotidianos son una amenaza constante que es necesario mantener a raya para disfrutar de la vida en común. Pero, a veces, las parejas no lo consiguen y la falta de comunicación termina hasta con las uniones más perfectas. Por eso es importante estar alerta y pedir ayuda externa cuando sea necesario. La terapia de pareja funciona y nos ayuda en momentos puntuales para evitar problemas a largo plazo.
La terapia de pareja se popularizó en Estados Unidos en la década de los cincuenta, cuando se empezaron a tratar los problemas de la psicología en el ámbito familiar. Después, numerosas películas y directores de cine, como Woody Allen, nos han enseñado en la pantalla por qué las parejas acuden a un tercero a airear sus asuntos personales, cómo funcionan esas sesiones y por qué debemos normalizarlas sin dramatizar. De hecho, acudir a terapia permite conocernos mucho mejor y, a partir de ahí, tomar las decisiones correctas para mejorar nuestras relaciones con los demás. No obstante, la terapia de pareja también sirve para superar una ruptura de la mejor manera posible.
Las parejas viven ciclos. Todo el que haya tenido esta experiencia lo sabe. En ocasiones, esos ciclos no son todo lo buenos que nos gustaría y una mala gestión de nuestras emociones puede dar al traste con todo un proyecto de vida. Vivir en pareja es una opción personal en la que se toman decisiones, se cometen errores, se disfruta, se sufre y todo ello requiere recursos emocionales que tenemos que aprender a manejar. Si para ello contamos con apoyo profesional el proceso será más sencillo.
Disfrutar
Acudir a terapia no significa que la relación haya fracasado o que nos hayamos acostumbrado a las crisis, sino que supone un primer paso para evitar que cualquier conflicto, sea cual sea su origen, se enquiste y no nos permita disfrutar de nuestra pareja o del entorno familiar. Por eso, se recomienda en cuánto saltan las primeras alarmas y no dejar pasar el tiempo sin hacer nada. La duración de la terapia depende de cada caso concreto pero no conviene alargarla en el tiempo, según los expertos. Es importante que las parejas vayan obteniendo pequeños logros y que sepan apreciarlos.
Así, cuando existen ganas de mejorar y compromiso, las terapias suelen ser cortas: no más de doce sesiones. Sin embargo, cuando los conflictos están más arraigados o no existe un clara voluntad de cambio, el tratamiento será mucho más largo. Lo importante es que cada uno sepa qué quiere conseguir con la terapia y cómo ve su pareja en un futuro no muy lejano. El terapeuta marcará los ritmos y trabajará las debilidades de la relación para conseguir los objetivos terapéuticos.
Para empezar, tu terapeuta te ayudará a:
- Reflexionar sobre las expectativas de la relación.
- Analizar los comportamientos que perjudican la vida en común y tomar conciencia de las distintas responsabilidades en el conflicto.
- Ver los problemas desde diferentes perspectivas.
- Crear buenos hábitos de convivencia.
- Mejorar la comunicación: respetuosa, constructiva, positiva.
- Gestionar y expresar mejor las emociones y los sentimientos.
A lo largo del proceso, las parejas se sienten enriquecidas, tanto de manera individual como dentro de la relación. Al final, se trata de conseguir esa sensación de haber tomado una buena decisión que va a redundar en una mejor calidad de vida emocional.