Dolor crónico

por | 19 Oct 2022 | Blog

Día mundial contra el dolor –17 de octubre.

Tendemos a relacionar el dolor con una reacción física (como una herida o una enfermedad). No obstante, La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) en 2020 definió el dolor como “una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada con, o similar a la asociada con, daño tisular real o potencial”. Por tanto, el dolor puede referirse también al dolor emocional o psicológico.

El dolor puede ser agudo o crónico. El dolor agudo es adaptativo, porque favorece que las personas se adapten a los posibles peligros del entorno. Generalmente, aparece de forma repentina y dura poco tiempo.

El dolor crónico, en cambio, cursa con un cuadro de mayor complejidad, pues no tiene ninguna función protectora para nuestro organismo. Se diagnostica cuando el dolor dura más de 3-6 meses, o más tiempo del que se espera para su recuperación.

El dolor crónico se caracteriza por la alteración de las funciones básicas de la persona y genera un alto estrés emocional. Puede deberse a causas biológicas, psicológicas o sociales, aunque normalmente no se puede explicar por una causa concreta.

En España, el dolor crónico afecta al 11% de la población. Además, se asocia con graves problemas psicológicos, como la depresión, ansiedad y/o la ira.

La vivencia de dolor es una experiencia personal, por lo que cada persona la vive de distinta forma. Además, también puede variar en función del género, edad y/o rasgos de personalidad. Por tanto, el dolor crónico es susceptible de tratamiento psicológico.

El dolor con lleva una serie de consecuencias. Algunas de ellas son:

  • Consecuencias emocionales: ansiedad, depresión, insomnio, baja autoestima, etc.
  • Consecuencias sociales: evitación social (para no tener que justificar el dolor que sienten, por sensación de incomprensión o la de suponer una carga para el entorno cercano), aislamiento voluntario, problemas con familiares, pareja, amigos…
  • Consecuencias en la calidad de vida: disminución de la actividad física, falta de independencia, reducción de actividades de ocio, etc.
  • Consecuencias económicas: baja laboral, escasez de recursos económicos o pobreza, costes sanitarios, etc.

Por todo ello, para tratar el dolor crónico se hace desde un abordaje y tratamiento interdisciplinar.

Desde un abordaje psicológico, las terapias más estudiadas son:

  • Relajación. Se puede aplicar conjuntamente con otras terapias o de forma aislada. Con ella se pretende romper el círculo vicioso que muchas veces ocasiona el dolor (el dolor provoca tensión y, en numerosas ocasiones, ansiedad).
  • Biofeedback. El objetivo de esta técnica es restablecer la auto-regulación. Los tipos más usados son el electromiográfico y el que se dirige a regular la temperatura periférica.
  • Hipnosis. Está técnica se basa en la idea de que el dolor es un fenómeno biopsicosocial en donde emociones, pensamientos, y conductas juegan un papel clave. Por tanto, la hipnosis puede ayudar a modificar estos factores. Se puede usar de forma aislada o junto a otras terapias.
  • Técnicas operantes. Se centran en tratar la parte comportamental del dolor (las quejas de dolor, cambios posturales, expresiones faciales y conductas de evitación), aunque indirectamente pueden modular los otros factores. De esta forma, se ponen en marcha programas graduales, donde cada avance se refuerza, para poder reducir o eliminar de las conductas de dolor, restaurar las actividades diarias evitadas e instaurar el ejercicio físico.
  • Terapia de aceptación y compromiso. Está técnica se basa en aceptar el sufrimiento y, por tanto, en dejar a un lado la evitación como estrategia de afrontamiento, y en comprometerse con los valores u objetivos vitales
  • Mindfulness. Esta terapia se basa en vivir el presente, estar atento a lo que sucede sin juzgar, ni interpretar. Es decir, aceptar la realidad tal como es. Una de las técnicas que más se usan son la meditación o la atención a estímulos internos o externos. Se puede considerar como una técnica de focalización de la atención.
  • Escritura emocional. Se basa en la idea de que las personas que describen su trauma (tanto el acontecimiento como las emociones experimentadas) van menos a las consultas médicas que los que no lo hacen.
  • Terapia cognitivo-conductual. Son las que más se usan.

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