Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) es un grupo de trastornos mentales caracterizado por una alteración en la ingesta de alimentos y una conducta de control sobre el peso y la imagen corporal. La preocupación excesiva sobre la imagen y el peso, la sobrevaloración de un cuerpo delgado y sin grasa, la insatisfacción con la propia imagen y la subestimación de la gravedad de la problemática son características principales de los TCA. Los grandes representantes de este grupo de trastornos son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón.
Los TCA son trastornos que se inician principalmente en la adolescencia o juventud temprana, siendo la edad de mayor riesgo de los 15 – 25 años. No obstante, en población infantil también se observa la aparición de estas enfermedades, aumentando su incidencia en esta población en los últimos años.
Hay diversos factores que influyen en la aparición de los TCA, pudiendo encontrar alteraciones biológicas, factores psicológicos implicados como, por ejemplo, un alto nivel de perfeccionismo, autoestima baja, insatisfacción con la imagen corporal y afecto negativo, entre otros. También, factores familiares como la sobreprotección o la rigidez ante los cambios influye de forma significativa en las personas con este tipo de trastornos. Por último, la sobreestimación de la delgadez en la sociedad actual es uno de los factores de mayor peso en la aparición y mantenimiento de los TCA.
La insatisfacción con la propia imagen corporal y la preocupación constante por el peso y la forma corporal son dos de los factores de mayor riesgo para la aparición de un TCA. El hacer dietas, especialmente durante la infancia o la adolescencia, también se ha asociado con una posterior manifestación de un TCA, sobre todo con la anorexia nerviosa.
Estudios recientes señalan que la mayor exposición a medios de comunicación donde se siguen los cánones del “cuerpo ideal” y la actual sobreexposición a redes sociales repercuten de forma negativa en la imagen corporal de, principalmente, las personas en etapa de la adolescencia y conllevan una reducción de la conducta de alimentación.
Los síntomas de los TCA son diversos, encontrando conductas restrictivas (ayunos, evitación de comer fuera de casa o eliminar ciertos alimentos de su ingesta, entre otros); atracones y una posterior reducción de la ingesta; conductas compensatorias como, por ejemplo, las purgas o el ejercicio físico; y conductas destinadas al control de peso y chequeo corporal como medirse de forma continuada o el consumo de suplementos alimenticios.
Los TCA interfieren en la calidad de vida de las personas, pudiendo llegar a ocasionar la muerte. Las principales consecuencias médicas de estos trastornos son la desnutrición, erosiones dentales, reflujo gastrointestinal, la pérdida del ciclo menstrual en las mujeres o la osteoporosis, entre otros. Los problemas psicológicos más relevantes asociados a los TCA son el aislamiento social, el bajo autoconcepto y autoestima, los síntomas de ansiedad y depresivos comórbidos, y la conducta suicida, la cual influye de forma significativa en el índice de mortalidad de este grupo de trastornos.
Entender este grupo de trastornos como una llamada de atención de las personas que lo padecen es uno de los grandes mitos que rodean a los TCA, no dándole la importancia que tiene. Por ello, no es cuestión de moda ni algo pasajero que desaparecerá con el paso del tiempo, es necesario una intervención psicoterapéutica temprana en el abordaje del trastorno.
La intervención multidisciplinar y temprana de los TCA resulta esencial para un pronóstico favorable de la enfermedad. Esta se da desde el manejo nutricional, un tratamiento psicológico, el posible uso de psicofármacos y el abordaje de las complicaciones médicas que estén acompañando a la enfermedad.
Los TCA son un grupo de trastornos que revisten importancia y gravedad. Por todo ello, pedir ayuda y actuar de manera temprana es crucial para el posterior curso y pronóstico de la enfermedad.
